Chapter 16: 14La exclusividad —no la posesión— - Razonamórate: La importancia de pensar el amor (2023)

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Laexclusividad —nolaposesión—

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Cuando se especializa en un individuo determinado el instinto del amor, esto no es en el fondo más que la misma voluntad que aspira a vivir en un ser nuevo y distinto, exactamente determinado. Y en este caso, el instinto del amor subjetivo ilusiona por completo a la conciencia y sabe muy bien ponerse el antifaz de una admiración objetiva. La naturaleza necesita esa estratagema para lograr sus fines. Por desinteresada e ideal que pueda parecer la admiración por la persona amada, el objetivo final es, en realidad, la creación de un ser nuevo, determinado en su naturaleza; y lo que prueba así es que el amor no se contenta con un sentimiento recíproco, sino que exige posesión misma, lo esencial, es decir, el goce físico.

Schopenhauer

, El amor, las mujeres y la

Hipótesis: el concepto de control no es pertinente al escenario amoroso. No somos ni poseedores, ni colonizadores, ni dominantes. El amor en pareja es propuesta, coincidencia, acuerdo y propuesta personal para dejar ser.

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Quise empezar citando al gran filósofo y pensador alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) cuando describe perfectamente el momento en que quien seduce se vale de su «máscara de normalidad» para ocultar sus intereses de dominancia. Por ello insisto permanentemente en que el amor exige una verificación tal que pueda reorientar sus propósitos, sin más, abordemos la dominancia como fenómeno imperfecto de la relación. En su estado más primario, los hombres y mujeres tienden no solo a devorarse para saciar, sino a poseerse y dominar. Es muy particular tal apetito, en vista de que quien domina construye al otro y lo obliga a su mismo modo, enajenándolo y conviviendo finalmente con su mismo yo. El amante dominado termina sintiéndose esclavo, no disfrutando ni disfrutándose, por lo que fácilmente le llega su hastío, su cansancio del otro, que dejó de ser posibilidad desde la dominación. La dominación contradice el amor. El acto dominante frecuentemente deja de ser un acto espontáneo y no calculado y pasa a parecerse más a un acto premeditado y, en muchas personas, primitivo e irracional.

Es difícil definir el amor y muchas de sus circunstancias y riesgos, como el control, asimismo, es difícil encontrar una premisa en la que podamos estar todos de acuerdo, sin embargo, podemos coincidir en que el amor no puede pretender anular los rasgos personales y actitudinales del ser amado, no lo puede ni absorber ni anular, también podemos estar de acuerdo en cuanto a que se ama para estar mejor y obtener un bienestar, hasta ahí, casi todos podemos estar de acuerdo. Una de las expresiones determinantes es aquella de lograr el «verdadero amor», aparentemente, al expresarlo, estaría cayendo en ambigüedades o subjetividades, pero lo cierto es que el amor bienintencionado, que no daña y que, por el contrario, quiere el bien del otro, es un acuerdo que satisface, complace y hasta enorgullece. Así, entonces, el «amor desinteresado» queda en cuestión en cuanto a que el amor, en gran medida, SÍ es interesado, «me interesa verte bien, me interesa cuidarte, me interesa tu desarrollo personal y me interesa tu inquietud por ser feliz». La felicidad es una búsqueda personal y, si bien no puedo garantizársela a mi pareja dentro de la promesa amorosa, pero sí puedo garantizarle la libertad para que ella busque su libertad, no imponerle mi versión de la felicidad ni poseerla o dominar su voluntad. Otro rasgo de ese amor verdadero, que no es posesión, consiste en propender por lo bueno para amado y amante simultáneamente, lejos del egoísmo y aprovecho para aclarar dos conceptos en apariencia contrarios. La identidad en pareja no se pierde, ni la naturaleza individual, y mucho menos el amor propio, no se renuncia a la individualidad por privilegiar la vida entre dos. Simultáneamente cultivo mi personalidad y propicio la vida en pareja, no dejas de ser tú para ser pareja, por el contrario, mientras más defiendas tu forma de ser, tendrás algo más para ofrecer. En estos términos, la mezquindad en el denominado «amor verdadero» no tiene cabida ni consideración, el amor verdadero es posible en la medida en que te preguntes cuál es tu verdad sobre el amor, es decir, tu versión fundamentada, para luego increparte por si esa verdad que elaboras como propia sobre el amor incluye libertad. Muchas culturas tienen diversas concepciones y costumbres sobre las relaciones amorosas y la monogamia, por ejemplo. Occidente, en su mayoría, opta por una sola pareja. Más allá de lo cultural, el asunto de ser exclusivos se sustenta en preceptos religiosos y morales. En muchas culturas es evidente el síntoma machista expresado en tener el control, así como puede hacerse evidente la imposición y dominio como patología y no propiamente como característica de liderazgo. Todos debemos estar atentos al rasgo del miembro de la pareja que quiere tener la última palabra. Ni obedecer ni acatar por aquello de evitar crisis, cordialidad para expresar desacuerdos, pues una de las posibilidades ante el sometimiento es el silencio que no te deja participar.

Así como las culturas y las posturas políticas y religiosas, existen los puntos de vista personales, que hacen ver como marcianos a quienes los expresan. Una amiga me decía en referencia a la infidelidad: «Si mi pareja tiene una aventura con otra mujer una noche, solo por sexo, yo no lo tomaría como infidelidad, sino como impulso y curiosidad». Ella hacía énfasis en que solo en el hipotético caso de que fuera solo esa noche, pues lo interpretaría como una pequeña aventura. Desde luego que esa es una impresión personal y no una regla general. Para ella, el amor fiel significa una lealtad cimentada en el sentimiento y el placer significa la saciedad de un instinto, un elemento secundario y ajeno al sentimiento. Aquí, el juramento y la exclusividad se dan en términos del compromiso y permanencia en el tiempo y con el «sentir amor» —hecho trascendente y sublime— más allá del «sentir placer» —hecho físico y sensorial—. Particularmente, quiero dejar abierta una cuestión que, para ser justos, también he escuchado y te quiero dejar en consideración: muchos sugieren que, ante la escena de permitir que la pareja experimente por placer con otras personas, no estamos hablando de amor. Sugieren estas personas que, en la medida en que no me importe que mi pareja disfrute del placer de otra u otro, mi apuesta y justificación, no está siendo un acto amoroso, sino de complicidad o condescendencia con el capricho de quien así piensa y quiere relacionarse. Dudan que esta libertad para los actos del otro sea un acto de amor, la vieja escuela seguirá llamando aquello como aventura, ligereza y quizás inmadurez, pues considera que experimentar con el placer producido por otro u otra que no es la persona elegida como permanente es una manifestación, aunque abierta, postmoderna y subjetiva para muchos, contradictoria al buen y bello amor. Un poco fuerte a las costumbres y modos de otros. Cada quien tendrá su referente en cuanto al modo amatorio, ya vas viendo por qué muchas veces hablamos del amor como una decisión, una determinación, una elección no solo por la persona que queremos, también por las formas en las que queremos vivir la relación con la o el elegido. Este tema y punto de vista ha generado choques entre muchas personas, ya que sus diferentes perspectivas suelen ser defendidas férreamente y parte de la explicación está en que detrás de la expresión y práctica sexual está la convicción, la costumbre y hasta los principios en muchas personas, razón por la que declaramos este tema como campo minado en círculos de conversación. Particularmente pienso que, en primer lugar, se elige el amor y el acto de amar, en segundo lugar me decido a amar a una persona que elijo, bajo un modo que también depende de mí, así entonces, cuando soy infiel y dejo de ser exclusivo, estoy controvirtiendo la decisión por el amor, la opción por la persona con la que me comprometí, así como mi modo amatorio, una triple contradicción o reposición, así que una infidelidad o pérdida de la exclusividad está significando varias cosas simultáneamente y muy particulares según cada amante. De allí que la crisis que supone el desvelar el acto infiel requiere algo así como unos guantes de cirugía para aclarar un suceso de complejidad. En el amor y sus actos existe una innegable categorización y puntos de vista personales en los que muchas personas establecen cuáles acciones constituyen sanción o condenación por superfluas, innecesarias e inconvenientes. Por el contrario, otras voces coinciden en no admitir ni un mal pensamiento en la mente del otro o la otra que no sea su persona elegida. He dedicado un buen espacio a la sexualidad y a la fidelidad, en vista de que he evidenciado que en esos aspectos, junto con los proyectos y aspiraciones personales, quien sea dominante tendrá su espacio para aprovecharse, es recurrente que se quiera controlar el cuerpo, los gustos y los sueños. La actualidad nos ha presentado la facilidad para interactuar con otras personas al instante y de modo ligero, es decir, sin mayores formalismos, con un lenguaje directo, aunque a veces ambiguo y dejado a la suerte e interpretación, por ello quiero hablar de la libertad controlada, que sugiere que quieran controlar tus contactos y formas de hacerlo, sí, hablo de husmear en teléfonos móviles y correos electrónicos. Los actos y lenguajes cotidianos tienen múltiples significados. En términos de comunicación virtual, por ejemplo, un emoticono que sugiera un beso diagonal puede ser entendido y decodificado como gratitud, afecto o como lo expresa esa imagen, ¡un beso! Y si no tienes familiaridad con el destinatario, este puede hacer una lectura literal y sugestiva del mensaje, puede pensar que es la sugerencia de un contacto más cercano. Tan solo una figura, ni siquiera una carta de amor o un poema, puede provocar una tormenta.

La dominación de la pareja puede deberse a la personalidad, una patología o desorden mental o a la cultura y la sociedad. En un acto no muy claro para muchos de nosotros, algunos modos culturales suponen aquello de «tenga tantas mujeres cuantas pueda sostener económicamente» —adagio machista—, aun así, no supone propiedad ni dominación. Insisto, en algunas, dado que la subyugación aún se evidencia en tribus, etnias y gobiernos nativos o sociedades conservadoras.

Por lo anterior, habremos de hacer un ejercicio interpretativo de la cultura, formación e influencias del amante que intenta dominar, no excusarlo, pero sí explicarlo para entenderlo como fenómeno y ocurrencia, tratando de adelantarnos a lo que pueda sobrevenir del enamorado o enamorada que recién conocemos. Aunque cito este ejemplo como un acto frecuente del hombre hacia sus compañeras, la dominancia y control no se limita solo del masculino al femenino. Existen, además, las formas de control disfrazadas de sutileza y representadas básicamente en el tiempo y actividades de la pareja y en general en todas las relaciones personales, porque el rasgo de dominancia a veces se confunde con el de liderazgo y dirección, incluso se sugiere en una muy mala caricatura que los jefes deben mostrar su jerarquía dominando, de allí que el reto es mucho mayor para nuestras vidas a la hora de limpiar y depurar los prejuicios sociales que nos sugieren que debemos seguir patrones para ser destacados y admirados. En cualquier caso, no estamos viviendo en el medievo ni esta postmodernidad admite esclavos sentimentales. Los reclamos que cuestionan: «¿Qué hacías?, ¿con quién estabas?, ¿desde qué hora?» se convierten en síntomas del que quiere controlar y mostrar quién es el que manda aquí antes que cuidar. La psicología se pronuncia en cuanto a que muchas de estas conductas de hipervigilancia en pareja son celotipia o inseguridad y están vestidas de «solo quería saber de ti» o «pensé en ti y quise llamarte». Casi siempre el dominante quiere las llaves de los sentimientos y desea gobernar la relación, y esto se empieza a hacer evidente cuando se muestran tan propositivos y con iniciativa para casi todo. Un aspecto que también delata el rasgo dominante es el de revisar permanentemente lo dominado, se pretende dominar el tiempo, la opinión, los actos y hasta los sentimientos de la persona amada. Hay enamorados que, bajo el pretexto de saludar, llaman a su pareja y preguntan ubicación, personas con la que ha hablado y actividades al momento, todo en tono casual y argumentando que es una llamada «solo para saber cómo estabas». Esta actitud la he visto en parejas allegadas a mí, y lo que en principio se disfrutaba luego se detectaba como control para poseer y ya no se apreciaba y valoraba como saludo casual. Ser sospechoso de infidelidad puede ser el supuesto más agobiante que exista en las personas que, sin ser infieles, cuentan con parejas que así lo intuyen: el sospechoso debe exhibir pruebas de decencia en las que se le exige dar cuenta de su itinerario, su rutina, sus contactos y acciones en los que demuestre su inocencia.

Una excusa inaceptable es suponer que el control es amor y que el desentendido en el control no ama verdaderamente, aquí otras distorsiones que, en la práctica, se dan y muchos las dan por ciertas y legítimas. Dicen, incluso, que quien actúa dando libertad no cuida lo suyo y, por el contrario, existe quien controla, argumenta muchas veces que lo hace por amor, de ti depende no caer en tal trampa. Pero manteniéndonos en la línea de la monogamia como estilo de vida y decisión, continuemos desarrollando la sentencia de que el compromiso se circunscribe a darte y recibir un sentimiento mayor y bello —único—, que está solo reservado para una persona —elegida conscientemente— y de la que se recibe a cambio un sentimiento igualmente bello —reciprocidad—. Dicho sentimiento, en consecuencia, no podrá ser copiado y endosado simultáneamente a varias personas. En el caso según el cual tú decidiste amar a una persona y solo a una —por testimonio o principio—, habrás de saber que se ama compartiendo y permitiendo que el amado se ejercite como persona. Este principio es válido para los dos intervinientes —amante-amado—. Puedo exigir exclusividad y bien puedo garantizarla. La exclusividad en pareja es otro aspecto que los amantes intercambian en justa medida, es un hecho dable y recíproco, aunque mis razones para ser fiel van mucho más allá de devolver un favor, es también un principio y propósito individual, una decisión de ser fiel y que no espera necesariamente lo mismo a cambio de su fidelidad, es fiel básicamente por convicción. En este caso del dominio que busca limitar otros posibles amantes e infidelidad en el sometido, es un acto absurdo en la medida de que lo exigido debería ser correspondido, es decir, un dominante fiel. Lo reclamado como exclusivo nunca podrá ser a modo de dominación, se reclama la exclusividad como un acto recíproco de lo que gustosamente doy. Soy exclusivo y me place serlo. El acto amoroso tiene intrínsecamente muchos misterios, uno de ellos es aquel que sugiere que, a menor control y mayor libertad al amado o amada, mayor disposición y compromiso habrá en este o esta. Por supuesto, libertad no es desatención, como ya lo dije.

Frente a la exclusividad, me alejaré del mero romanticismo, pero para irme a algo que en la vida contemporánea suena «cursi», diré que el mejor estado —mental y emocional— es el de estar atento a dar y recibir a una sola persona. Ahora bien, concentrarse, enfocarse y obsesionarse son cosas bien distintas. Estar para alguien no es renunciar a la autonomía, paradójicamente, tu autonomía permitió —conscientemente— elegir dos cosas: primero amar y, acto seguido, amar a esa pareja que elegiste. Sin embargo, hay excepciones que nos ponen a pensar más en los diferentes modos de relación, recuerdo un testimonio de una mujer que se declaraba totalmente enamorada de su esposo, pero que disfrutaba y gozaba de la característica sexual que le proporcionaba una relación extra con alguien a quien no llamaré «amante» por lo incongruente del significado que le damos al que aparece de la nada en una relación ya establecida. En su momento, me llamaba la atención cómo los ojos de esta mujer brillaban cuando se refería a su esposo y traslucía su amor por él, mas en el relato sexual, el brillo de sus ojos cambiaba por fuego al hablar de sus encuentros furtivos con la aventura que sostenía fuera de la relación. En una sola mirada dos imágenes, en una sola persona dos estados. A la fecha no he resuelto tal dicotomía porque en ambos casos percibí rotundo convencimiento y estabilidad en ella. En su momento, me cuestioné si ella realmente amaba a su esposo real y sinceramente. Deberíamos ir al trasfondo de su juramento eterno, como se denomina ese momento en que dos quieren estar juntos para siempre, normalmente, en la parte inicial y más intensa de los enamorados, como antes lo enuncié, en este ejemplo se expone el sentir amor y el sentir placer, dedicados los dos sentires a dos personas que los generan. Por el momento, diré que ni siquiera el control y la dominancia garantizan la exclusividad, por fortuna, tal control en la relación es detectable, mitigable y se puede erradicar.

Es difícil a veces explicar a los enamorados lo que significa amar sin poseer y no cosificar a su pareja. No es un objeto que adquiriste, particularmente, una de las paradojas que quizás garanticen permanencia en pareja es la que sugiere que soltar y dejar ser trae como particularidad una relación más dispuesta a comprometerse a largo plazo. La libertad es un estado que se celebra en la individualidad tanto como en la relación de pareja. Una relación sin libertad terminará explotando antes de lo que imagines. En el amor, a veces, se trata de cuidar a una distancia prudente, sin asfixiar y sin prohibir. Aunque parezcan palabras a la ligera, te diré, más que en otro aspecto, que en el amor funciona aquella disposición que sugiere: suelta y fluye. La lírica también dice algo al respecto y, para finalizar, acudo a la letra de una canción del cantautor Jorge Drexler, mi guitarra y voz: «Estás conmigo. Estamos cantando a la sombra De nuestra parra, una canción que dice que uno solo conserva lo que no amarra».

Método de verificación

¿Tienes claro el concepto de libertad entre los amantes?, ¿tienes libertad en aspectos económicos, en actividades y carácter propio en nuestra relación?, ¿cuál es tu concepción de la autonomía?, ¿distingues los roles y escenarios de los amantes? Conócete y actúa a conciencia, sin concebir al otro como objeto. Evita actuar por impulsos y emocionalidades. Soltando recibirás.

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Author: Rev. Porsche Oberbrunner

Last Updated: 02/24/2023

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